El guapo con conciencia de Hollywood vuelve a incomodar al poder con 'Michael Clayton', una cinta en la que retoma la senda militante de 'Buenas noches y buena suerte' y 'Syriana', y que presenta en la 64ª Mostra de Venecia. Para él, «el cine tiene un gran efecto sobre la sociedad y puede cambiar las cosas»
IRENE HDEZ. VELASCO. Enviada especial
VENECIA.- Da igual que, en su último filme, tenga los ojos surcados por profundas ojeras y que no despliegue su habitual glamour. George Clooney es George Clooney y en Venecia es reverenciado como un dios. Ayer, una vez más, esa máxima quedó en evidencia durante la presentación de Michael Clayton, película dirigida por Tony Giroy y en la que, arropado por Sydney Pollack, Tilda Swinton y Tom Wilkinson, el actor interpreta a un abogado fracasado, divorciado, ludópata y asfixiado por las deudas. El letrado trabaja en una firma legal que representa a una multinacional química acusada de haber asesinado a miles de personas con un herbicida. Clooney, el guapo con conciencia, vuelve a dar batalla con un filme de denuncia.
Pregunta.- Hollywood siempre ha encarnado la conciencia política de EEUU. ¿Cree que las películas pueden servir para cambiar el mundo?
Respuesta.- Sí, Hollywood puede cambiar las cosas. El cine se ha utilizado para buscar apoyos a guerras, para sustentar una política exterior, para erradicar el racismo, para promover los derechos de la mujer... Las películas han hecho mucho en ese sentido. Hasta han enseñado a la gente a fumar. El cine tiene un gran efecto en la sociedad. En general, más que modificar la sociedad, el cine lo que hace es reflejarla, ser su espejo. Pero yo creo que también la puede cambiar.
P.- Brian de Palma acaba de presentar en la Mostra de Venecia Redacted, una película sobre la guerra de Irak con la que aspira a cambiar la idea de los americanos sobre ese conflicto. ¿Es necesario ser muy valiente para ello?
R.- Sinceramente, no. Ahora no. En este momento, el 70% de los estadounidenses está en contra de la guerra de Irak. Sin embargo en 2005, en la época de Syriana -película que bucea en los motivos que desencadenaron la Guerra del Golfo, que analiza la corrupción que rodea a la industria del petróleo y que le valió a Clooney el Oscar al mejor actor de reparto- fue muy duro. A mí hubo alguna revista que me llegó a sacar en portada llamándome traidor a mi país. Sin embargo, y por suerte, creo que ahora es fácil denunciar la guerra de Irak. Pero se necesita talento para hacerlo, y Brian de Palma lo tiene, aunque aún no he visto su película. Más que valentía, hoy se necesita talento para denunciar lo que está sucediendo en Irak.
P.- EE UU encarna el consumismo más despiadado, y el cine no escapa a esa tendencia. Los jóvenes prefieren filmes de entretenimiento, como Spiderman, en vez de películas comprometidas o de denuncia como Michael Clayton. ¿De verdad cree que el cine que se hace hoy en día puede ser motor del cambio social?
R.- El problema es que, en mi país, se confunde capitalismo con democracia. Sucede por desgracia en muchos países, y también en los estudios de cine. Porque no nos olvidemos que los estudios de cine están dirigidos por multinacionales. Pero, en mi opinión, es posible cambiar las cosas. Es verdad que los chavales van a ver Spiderman y no muchas películas de denuncia. Esta es la sociedad que tenemos. Pero no me malinterprete usted: el que me interesen las películas comprometidas no significa que, en el mundo, no deba haber espacio para el entretenimiento. Creo que está muy bien que también haya películas ligeras.
P.- Usted, de hecho, alterna filmes comprometidos con grandes taquillazos, ¿no?
R.- La única forma de hacer películas como Michael Clayton -en la que Clooney ha trabajado gratis- es haciendo otras como Ocean's 13. Cada taquillazo te permite hacer dos o tres películas comprometidas.
P.- ¿Por qué los grandes estudios no quieren hacer películas como Michael Clayton?
R.- Los estudios ya no quieren hacer pelis de 20 millones de dólares porque después deben gastarse otros 30 millones en marketing y publicidad, así que para ellos resulta absurdo. Para hacer un filme como Michael Clayton, tienes que buscar el dinero en otro sitio. En el caso de esta película, el guión llevaba bastante tiempo dando vueltas por ahí, pero no encontraba financiación. Un día cayó en mis manos, lo leí y me pareció magnífico, así que decidí apostar por esta película y convertirme en productor ejecutivo.
P.- Hace unos días, se desencadenaba una pequeña polémica en Italia tras afirmar Quentin Tarantino que el cine italiano actual no está a la altura del pasado...
R.- Ni lo está el americano. Quizá soy un romántico, pero creo que hubo una época en la que las películas, en general, eran más interesantes.
P.- ¿Cómo se ha preparado para afrontar este papel?
R.- Si son honestos, el 95% de los actores a los que les planteara esa pregunta le dirían que la mayor parte de su trabajo depende de un buen guión y un buen director. Y esta película cuenta con ambos.
P.- Usted no ha ocultado que desearía que Barak Obama se convierta en el próximo presidente de Estados Unidos.
R.- Me gusta, creo que es un tipo muy inteligente, uno de los pocos políticos con bastante entidad como para ganar las elecciones. He presenciado cómo, cuando entra en una habitación, la gente se queda sin aliento. Me gustaría mucho que fuese el nuevo presidente de EE UU, entre otras cosas porque Barak se atrevió en 2003 a escribir un artículo y a decir lo estúpido que era ir a esa guerra. Creo que, en las filas demócratas, tenemos unas cuantas buenas opciones, como el propio Edwards. Votaré por cualquier demócrata que sea candidato a presidente porque estoy convencido de que, si Al Gore hubiese estado en la Casa Blanca, no habría ocurrido lo que ha sucedido en estos últimos años. Veremos lo que pasa porque aún queda un largo camino por recorrer.
P.- ¿Desencantado con su país?
R.- Bueno, sólo hay que echar un vistazo a las encuestas: el 70% de los americanos estamos desencantados. Hemos cometido terribles errores en los últimos años que podríamos haber evitado, pero creo que, si en algo somos buenos, es en arreglar lo que hemos hecho mal. Y hemos hecho cosas estúpidas, pero creo que estamos a tiempo de arreglarlas.
P.- ¿Cómo lleva la fama?
R.- Crecí en una familia donde la fama ya era habitual. Mi padre era muy popular en Cincinatti, Ohio. Yo crecí en ese ambiente, así que la fama no es algo nuevo para mí. El problema con la gente famosa es cuando creen que lo son porque se lo merecen. La fama es una cuestión de suerte. Yo tuve la suerte de hacer una serie de televisión, Urgencias, que se convirtió en un grandísimo éxito. Si eso no hubiera salido bien, no sé dónde estaría ahora.
P.- A qué le da más importancia, ¿al amor o a la amistad?
R.- Nunca he hecho distinciones entre los dos conceptos, y me ha ido bastante bien, ¿no le parece?
P.- ¿Qué sería capaz de hacer por un amigo?
R.- ¿Recuerda a aquel tipo que conducía el coche en el que O. J. Simpson protagonizó su famosa huida? Pues yo sería como él.
P.- Tras la muerte hace dos años de su cerdo Max, ¿algún otro gorrino o animal ocupa su corazón?
R.- No, Max es irremplazable. Ningún otro gorrino podrá sustituir nunca a un buen cerdo, como era él. Además, no paro por casa desde enero, así que no he podido pensar en comprarme otra mascota.
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